Un Paraguayo Nunca Se Rinde

0

LAS HEROINAS DE PIRIBEBUY.

En este momento nuestra situación era desesperante dentro de Piribebuy. Ya no teníamos más proyectiles, y nuestras tropas estaban fue

Ver mais

As heroínas de piribebuy.

Neste momento a nossa situação era desesperante dentro de piribebuy. Já não tínhamos mais projéteis, e as nossas tropas estavam fora de combate.

O maior hilario amarela, o nosso famoso cohetero, fazia rolê que carregava seus canhões com frutas de coco, depois de ter consumido todas as pedras, restos de fuzis e até pedaços de baionetas.

O chefe da praça, comandante Pedro Paulo Cavaleiro, tinha esgotado todos os recursos para prolongar a resistência.

Mas já não lhe restavam soldados, nem munições. E o inimigo estava ao pé de suas trincheiras. Instalou o bombardeio. No povo não havia um site que não fosse batido pela metralha inimiga.

O drama parecia acabar.

Os canhões tinham,, já não estalava a fusilería.

Os brasileiros estavam vitoriosos sobre as nossas trincheiras. Brilhavam ao sol suas agudas baionetas. Acreditavam tudo acabado…!

Um grito, um longo grito, de raiva e desespero, um grito retumbante cumprimentou os primeiros imperiais que apareceram dentro de nossas posições. E a este grito, que pareceu surgir do fundo da terra, seguiu uma descarga de garrafas vazias e uma nuvem de areia, que cegou os assaltantes.

Eram as mulheres do piribebuy!

Cruzadas no fosso das trincheiras, confusas entre os mortos, não tinham sido aconselhadas pelo inimigo. E agora se levantavam, para tentar cair ao lado dos que tinham amado na vida, para acompanhá-los também na meta jornada do desconhecido.
Armadas de garrafas vazias, de pedaços de vidro, de suas unhas e de seus dentes, se-sobre os inimigos.

E as garrafas se partiam nos negros crânios, e os vidros rasgavam as bochechas, e os dentes pegavam pedaços de carne, e as unhas faziam pular os olhos.

Os soldados de três nações, os soldados fartos da tríplice aliança, não sabiam como se livrar da fúria dessas cadavéricas mulheres.
Suas baionetas e suas espadas eram impotentes no meio de semelhantes inimigos.

Atordoados pela areia que lhes atiravam ao rosto, davam porrada de cego, enquanto as heroínas de piribebuy empurpuraban suas mãos, tentando vingar os que ali mesmo tinham caído, aos que pareciam seguir os episódios dessa luta, deitados no seu rosto,-se. Solo, na atitude revoltadas em que lhes surpreendeu a morte, abertos os olhos, ainda furiosos, e agradáveis as mãos pelo desespero!

Como terminou aquele duelo entre homens que pareciam mulheres e mulheres que pareciam homens?

As heroínas de piribebuy foram quase todas exterminadas. As que sobreviveram foram levadas diante do Conde D ‘ eu, para testemunhar depois o sacrifício dos seus companheiros, o a dos feridos, o incêndio do hospital cheio de doentes…

A mulher do comandante cavaleiro foi obrigada a contemplar o martírio do seu esposo, quem, não querendo desistir, foi amarrado de pés e mãos às rodas de dois canhões, suspenso assim no ar e depois degolado!

Claro está que nada disso anota o príncipe de Orleans no seu minucioso diário de campanha…

Honra e glória por sempre às corajosas heroínas de piribebuy!

LAS HEROINAS DE PIRIBEBUY.

En este momento nuestra situación era desesperante dentro de Piribebuy. Ya no teníamos más proyectiles, y nuestras tropas estaban fuera de combate.

El mayor HILARIO AMARILLA, nuestro famoso cohetero, hacía rato que cargaba sus cañones con frutas de coco, después de haber consumido todas las piedras, restos de fusiles y hasta pedazos de bayonetas.

El jefe de la plaza, comandante Pedro Pablo Caballero, había agotado todos los recursos para prolongar la resistencia.

Pero ya no le quedaban soldados, ni municiones. Y el enemigo estaba al pie de sus trincheras. Arreciaba el bombardeo. En el pueblo no había un sitio que no fuera batido por la metralla enemiga.

El drama parecía terminar.

Los cañones habían acallado, ya no crepitaba la fusilería.

Los brasileños trepaban victoriosos sobre nuestras trincheras. Brillaban al sol sus agudas bayonetas. ¡Creían todo terminado…!

Un grito, un largo grito, de rabia y desesperación, un grito clamoroso saludó a los primeros imperiales que asomaron dentro de nuestras posiciones. Y a este grito, que pareció surgir del fondo de la tierra, siguió una descarga de botellas vacías y una nube de arena, que cegó a los asaltantes.

¡Eran las mujeres de Piribebuy!

Acurrucadas en el foso de las trincheras, confundidas entre los muertos, no habían sido advertidas por el enemigo. Y ahora se alzaban, para tratar de caer al lado de los que habían amado en la vida, para acompañarles también en la postrera jornada de lo desconocido.
Armadas de botellas vacías, de pedazos de vidrio, de sus uñas y de sus dientes, se abalanzaron sobre los enemigos.

Y las botellas se rompían en los negros cráneos, y los vidrios rasgaban las mejillas, y los dientes arrancaban pedazos de carne, y las uñas hacían saltar los ojos.

Los soldados de tres naciones, los soldados hartos de la Triple Alianza, no sabían cómo librarse de la furia de aquellas escuálidas mujeres.
Sus bayonetas y sus espadas eran impotentes en medio de semejantes enemigos.

Aturdidos por la arena que les arrojaban a la cara, daban golpes de ciego, mientras las heroínas de Piribebuy empurpuraban sus manos, tratando de vengar a los que allí mismo habían caído, a los que parecían seguir los episodios de aquella lucha, tendidos en el suelo, en la actitud airada en que les sorprendió la muerte, abiertos los ojos, todavía iracundos, ¡y crispadas las manos por la desesperación!

¿Cómo terminó aquel duelo entre hombres que parecían mujeres y mujeres que parecían hombres?

Las heroínas de Piribebuy fueron casi todas exterminadas. Las que sobrevivieron fueron llevadas ante el conde D’eu, para presenciar después el sacrificio de sus compañeros, el degüello de los heridos, el incendio del hospital repleto de enfermos…

La mujer del comandante Caballero fue obligada a contemplar el martirio de su esposo, quien, no queriendo rendirse, fue atado de pies y manos a las ruedas de dos cañones, ¡suspendido así en el aire y luego degollado!

Claro está que nada de esto anota el Príncipe de Orleans en su minucioso diario de campaña…

HONOR Y GLORIA POR SIEMPRE A LAS VALIENTES HEROINAS DE PIRIBEBUY!